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Vacaciones con niños


Nos hemos tomado unos días de vacaciones, porque de todo quiere el cuerpo, y así se recargan las pilas. En mi caso, vacaciones con dos niños pequeños, lo que implica algunas consideraciones, como sabéis.

Y la primera viene al hacer la lista. Intentando llevar lo imprescindible, para que el equipaje de 4 personas ocupe poco espacio, resulta que la única maleta está abarrotada de cosas de los niños, con un pequeño resquicio para los padres.

Nosotros solemos partir al alba en los viajes largos (viviendo en Almería, casi todos son largos), pero este año -por otras historias- tuvimos que salir más tarde. Así que cuando el pequeñín se quedó dormido a eso de las 14 horas, decidimos seguir adelante, a costa de almorzar en el coche sin parar ni un minuto. Comentando estas cosillas con otras parejas, algunos nos dicen que parten el camino en dos jornadas, o incluso hay quienes parten a las doce de la noche para llegar al destino a la hora del desayuno sin haber trastornado el sueño del niño. Uf, qué flojera dá..., pero para gustos, colores.

En el coche nos gusta ir hablando con ellos, cantando, jugando a las palabras, etc. Pero últimamente ya veíamos que 6 horas de coche serían demasiadas, así que después de varios años “claudicamos” e introducimos una novedad: comprar un reproductor dvd portátil (otro artilugio más junto con el caballo, el tigre, la moto, los cuentos, etc. etc.). Al final hasta se cansaron de la tele, y por supuesto, la tentativa de que vieran las películas (los segundos y terceros pases) en inglés fracasó estrepitosamente. Sí, y las temidas “¿qué queda?” (del mayor, más comedido y acostumbrado a viajar) y la tempranera “hemos llegado ya?” (por parte del segundo, desde la pausa en los primeros semáforos para salir de nuestra ciudad) se nos hicieron cansinas hasta el extremo.

Está claro que un viaje con niños debe contemplar esa parte. Pero no nos engañemos, nosotros los padres lo necesitamos mucho más que ellos, así que hay que buscar que todos lo disfrutemos. Algunos padres afirman que trastornamos el ritmo de los niños sacándolos de su rutina, pero a mí me parece que tienen una capacidad de adaptación muy superior a la nuestra, y al menos en mi caso no solemos dejarles que sean ellos quienes marquen el ritmo. Si en vez de visitar 3 museos sólo hay que visitar 1 pues vale, pero si estamos a las doce de la noche dando un paseo agradable o escuchando un concierto al aire libre, ellos también tienen que vernos disfrutar y comprenderlo, no podemos estar todo el día sin salir de la piscina o del parquecito del hotel (y de paso se van culturizando un poco; tras 15 años intensivos en parques temáticos, no pretendamos que un día el adolescente se levante interesado por un museo).

Todavía me chirrían las orejas cuando alguien me pregunta que si los seis días de vacaciones han sido “solos o con los niños”. Porque al final, se trata de los únicos días al año en que la familia nuclear pasa las 24 horas juntos, compartiendo las tres comidas (y las de enmedio), sin otros amigos, primos, vecinos, etc. Y tal como está el patio, sólo por ello ya es importante. En nuestro caso, comprobamos que los niños están más relajados, comen más, echan siesta, se duermen antes, e incluso están más cariñosos. Nosotros decimos que para ellos es “su estado ideal”: su padre y su madre sin ir a trabajar y todo el día con ellos (je, je, aunque conozco algunos padres que dirían otra cosa).


Así que, desde este modesto blog, a aquellos que tenéis miedo a vacacionear -toma palabro- con niños porque ya no tenéis la libertad de antes, o porque les váis a “estresar”, os invito a hacerlo. Son días especiales para todos, y la prueba es que de adultos conservamos en la memoria, con todo detalles, las vacaciones que antaño hicimos con nuestros padres cuando éramos sólo unos ratones.


P.D.: Y el outlet de la tienda ha resultado fenomenal. Ya avisé que os iba a gustar...

Lo más parecido a un periódico


Hoy toca una pequeña historia personal, de esas que multiplican el orgullo materno.
Mi niño grande, de 7 años, comienza a tener cierto hábito lector, fomentado entre los padres, los maestros y algún que otro primo. Siempre con libros infantiles (algunas veces demasiado infantiles, incluso).
Pero este último mes, y aprovechando el tirón que para los niños ha supuesto la victoria de nuestra selección de fútbol en la reciente eurocopa, hemos querido dar un paso más. Así, como el abuelo encadena la lectura de los diarios nacionales con la de los deportivos, estas semanas atrás teníamos a mano un material de primera mano sobre reseñas de partidos, entrevistas a jugadores, titulares llamativos, alineaciones, horarios, etc. etc. sobre un tema en el que el niño no sólo estaba enterado sino además muy, muy motivado. 
Cuando él descubrió que el periódico le aportaba nuevos datos y pareceres sobre ese mundillo que fue el campeonato europeo, mucho más con la abundancia de fotos, sólo teníamos que tirar del hilo (¿y qué dice tal jugador? ¿y cuánto quedaron...? ¿por qué expulsaron a fulanito?) para que él profundizara en el texto buscando los datos. Y sorprenden a veces sus reacciones tras contrastar su visión infantil con el criterio de periodistas especializados.
Sí, sí, muchas, sobretodo las mujeres, diréis que se trata sólo de un periódico deportivo, pero como dice mi marido “es lo más parecido a un periódico”. Y como nos decían en la escuela, “donde hoy hay un tebeo, mañana habrá un libro”.


Y la historia, no termina ahí. Unos días después, en la sala de espera de un especialista, el padre ofreció el periódico deportivo al chaval, que lo tomó enfrascado... y el pequeño, de sólo 2 añitos, imitó al grande durante unos cortos minutos, y se sentó justo a su lado para pasar las páginas de otro periódico, que se iba desarmando al paso de sus manitas. Si hubiera podido hacer una foto la pondría aquí, pero preferí quedarme mirándolos.

En fin, creo que a veces no hay que comerse el coco tanto si los niños no leen todo lo que nos gustaría, justo cuando nosotros queremos y en el momento en que estamos mirando. Y puede ser más simple -o más eficaz- poner algo a su alcance y dejarles hacer.

Ojalá os sea útil esta idea para este verano (o para cualquier época). Yo sigo adelante, que ahora estamos con las olimpiadas, donde además entra en juego el conocimiento geográfico de los padres ¡y menudos aprietos!